Antes de nada, ralla la piel del limón y reserva.
Mezcla los yogures en un bol con la miel o el azúcar y bate con unas varillas.
Añade la ralladura de limón y vuelve a batir, para distribuir bien su presencia y aroma.
En otro bol aparte, monta la nata sin lactosa con ayuda de las varillas. Recuerda que la nata, e idealmente los utensilios que uses, debe estar bien fría.
¡Llega el momento de incorporar la nata a la mezcla de yogur!
Esta es una operación delicada, así que hazlo en tres tandas y ve integrando las dos mezclas con movimientos envolventes para que la textura de la nata montada se mantenga.
Con el mismo cuidado, introduce la crema en un recipiente de plástico con tapa. Lo ideal es que el contenido llene el recipiente casi totalmente.
Si es demasiado grande y sobra espacio puedes utilizar film de plástico para adherirlo a la superficie del helado, así evitarás que se forme escarcha.
Tapa el recipiente y mete el helado en el congelador. Si tienes heladera, sigue las instrucciones del fabricante. Tendrá que congelarse durante unas 6 horas.
Para disfrutar de un helado sin lactosa con la textura perfecta y siempre que no tengas heladera, cada media hora durante las dos primeras tendrás que sacarlo del congelador y batirlo para evitar que en la congelación se formen cristales y esté bien cremoso.
Saca el helado del congelador 15 minutos antes de servir. Distribúyelo en recipientes individuales y decora con una o dos hojitas de menta por comensal. ¡Y listo! ¡Un helado sin lactosa casero y delicioso!